martes, 23 de agosto de 2011

Amor.

Era estúpido imaginar que si la hubiera invitado al estúpido baile, ella cambiaría sus precipitados planes y me acompañaría felizmente.
No era el escogido para ser a quien ella dijera si. Sería alguien más, alguien humano y caliente. No podía permitirme -algún día cuando ella otorgara ese sí- cazarlo y matarlo, porque ella lo merecía, quienquiera que fuese. Ella merecía felicidad y amor con quien escogiera.
Debía hacer lo correcto por el bien de ella; no podía seguir pretendiendo que podía estar en peligro de enamorarme de esta chica. 
Después de todo, realmente no importaba si yo me iba, ella jamás me vería de la manera que yo deseaba. Nunca me vería como alguien digno de su amor. Nunca. ¿Podía acaso un corazón congelado y muerto estar roto? Sentía como si el mío lo estuviera. - Edward - dijo Bella. Me congelé, mirando fijamente sus ojos cerrados. ¿Se habría despertado?, ¿me miraba?. Ella parecía dormida, pero su voz había sido tan clara... Ella suspiró suavemente, y luego se movió suavemente hacia un lado -estaba dormida y soñando-. - Edward - murmuró suavemente. Ella soñaba conmigo. ¿Podía acaso un corazón congelado y muerto volver a latir? Sentía como si el mío lo estuviera. - Quédate - dijo - Por favor...no te vayas. Soñaba conmigo, y no era una pesadilla. Quería que me quedara con ella en su sueño. Me devané los sesos en busca del nombre correcto al torrente de emociones que me embargaba, pero no conocía palabras tan fuertes que pudieran sostener las emociones. Por un largo momento, me ahogué en ellas. Cuando llegué a la superficie, no era el mismo hombre que siempre había sido. Mi vida había sido una interminable y tenebrosa medianoche. Había sido, por necesidad para mí, siempre medianoche. ¿Así que como era posible que el sol saliera justo en mi medianoche?

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